jueves, 5 de noviembre de 2009

La práctica del Yoga debería ayudarnos siempre a simplificar nuestra vida. Meditar no es algo complicado, significa volver al momento presente, donde realmente sucede todo. La meditación es un estado natural del ser humano; las técnicas representan un medio para recuperar ese estado, pero no el único; la propia vida se convierte en nuestro mejor maestro de meditación.
Recuperar el silencio interior, centrarse en el aquí y ahora para ser cada vez más conscientes, para “ darse cuenta “, esta es la base de las distintas técnicas de meditación que todas las tradiciones de crecimiento personal enseñan desde siempre. La meditación no es exclusiva del Yoga; sin embargo, la práctica constante nos hace volver una y otra vez al momento presente, desde la observación de la propia respiración, de las sensaciones durante y después de cada postura, etc.
La meditación nos permite crear ese pequeño espacio para actuar en lugar de reaccionar, desde nuestro centro. Todas las respuestas están dentro de nosotros, todas las cualidades, aquello que hemos de aprender en este momento concreto.
Meditar se convierte a menudo en una especie de limpieza con el fin de ir descorriendo los velos que nos separan de nuestra auténtica realidad, para desde allí actuar en el mundo, compenetrarnos en relación íntima con él y con los demás. Esto tan sencillo y natural se convierte a veces en tarea dura; son años de respuestas compulsivas, de dejarnos llevar por la inercia, y además, la práctica meditativa no siempre es agradable, esto es un gran error, porque todo crecimiento comienza por ver lo que hay, y muchas veces no nos gusta lo que vemos. Meditar es pararse un momento y decir: ¿ Qué estoy haciendo con mi vida ? ¿ Hacia dónde me lleva todo esto ? Desde estas preguntas capaces de romper las cadenas de nuestros hábitos, las técnicas de meditación que nos propone el Yoga nos muestran cómo volver a abrir lentamente el sendero hacia el corazón de nuestro ser.
Pero, ¿ cómo saber si avanzamos, si nuestra práctica nos acerca más y mejor al mundo o nos aleja de él ? Lo sabremos en nuestro día a día, nos sentimos mejor, o por lo menos entendemos mejor por qué estamos mal, ya no culpamos a la vida de nuestras desgracias, las aceptamos con amor y ganas de aprender, vemos el lado positivo de todo lo que sucede, vivimos el presente en su auténtica realidad, sin fantasías; brotan en nosotros cualidades como el amor y la compasión, la alegría, el valor, la confianza, el entusiasmo...todo a su debido tiempo y casi sin darnos cuenta, porque el sendero de la propia evolución es un aprendizaje siempre ascendente, con pequeñas o grandes recaídas de vez en cuando. Como decía cierto monje al relatar la vida que llevaban en el monasterio: Nos caemos y nos levantamos; nos volvemos a caer y nos volvemos a levantar.

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